El primer aniversario de la Revolución Sandinista, el 19 de julio de 1980, puede ser considerado como acontecimiento histórico, una fiesta de la democracia, del pluralismo, en que se resaltaba la solidaridad con la Junta de Reconstrucción Nacional de Nicaragua al mando, como expresión de la transacción entre fuerzas que impuso la coyuntura. Se recuerdan de ese acto los vibrantes discursos de Maurice Bishop, Carlos Andrés Pérez, Fidel Castro y Tomás Borge.
Visto a la distancia, cuando se cumplen hoy 44 años, Nicaragua no es ni la sombra de entonces en cuanto a libertades políticas y públicas y menos en cuanto al respeto y preservación de derechos humanos fundamentales.
Esa revolución ha vivido un proceso y el viraje ha sido tan drástico y dramático, que el mismo Daniel Ortega ya no es aquel líder que desde el movimiento sandinista, y antes, protagonizó luchas memorables, en especial contra la tiranía de los Somoza.
Quizá por sus largos años en el poder o por la nueva realidad mundial, el otrora líder guerrillero es visto como un concentrador de todo el poder político y hasta institucional, silenciador de la oposición, perseguidor de los que se animan a criticar su régimen, mientras encarcela opositores y transita un camino que es antítesis de la democracia que una vez reivindicó.
No es apropiado pontificar desde fuera, ni entrar en detalles sobre los intríngulis del proceso político-social de Nicaragua, aunque los hechos, a simple vista, nos pintan una realidad que evidentemente no está bien.
Los problemas de Nicaragua deben resolverlos los nicaragüenses, pero en el actual mundo interconectado resulta difícil permanecer impasible cuando aparecen visos de absolutismo, aunque en las objeciones hay que cuidarse de no hacer causa común con discursos que en apariencia están a favor de ese martirizado pueblo, mientras en el fondo pretenden pescar en río revuelto, movidos por intereses geopolíticos, económicos y hasta personales.
República Dominicana tiene un vínculo histórico con Nicaragua, cimentado en la lucha de Gregorio Urbano Gilbert, patriota quisqueyano que alguna vez se unió a las tropas del general Sandino y combatió contra la dictadura de Somoza padre.
Y aunque nos hermanan acuerdos comerciales y un largo intercambio con esa nación centroamericana, nuestra vocación democrática e institucional nos obliga a cuestionar cualquier violación a derechos fundamentales, y es lo que hacemos en este 44 aniversario de lo que alguna vez se llamó Revolución Sandinista.