El pasado miércoles la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) presentó su informe Global de Monitoreo de la Educación, que encendió las alarmas y puso en el pizarrón una tarea que dará mucho de qué hablar: desaconseja, en el aprendizaje escolar, el uso excesivo de tecnología en las aulas, especialmente de celulares y computadoras.
En un voluminoso informe de 433 páginas, socializado recientemente en Montevideo con ministros de educación de diferentes países, se exponen los desafíos y oportunidades en esta materia hacia el futuro.
“Durante la pandemia de COVID, las herramientas de aprendizaje a distancia, como internet, radio y televisión, demostraron cuán útiles y necesarias pueden ser en un contexto de este tipo. Sin embargo, también revelaron sus límites”, indica.
Tan gráficamente expone esas limitaciones, que por eso hablamos de pizarrón y tarea, porque con esto de las nuevas tecnologías se ha llegado a pensar que la escuela dejó de ser un ámbito de lápiz y papel, de pizarra y tiza, para convertirse en un gran centro de conocimientos basado en la tecnología.
Lo que claramente nos dice la Unesco, con datos del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), es que hay un mal vínculo entre el uso excesivo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y el rendimiento académico.
Interpretamos que se estaría “robando” al alumno la capacidad de pensar, crear sus propios conceptos, y se “mata” el necesario estímulo a la cooperación, si se tratara solo de maravillarse al hacer click.
“El uso de smartphones y computadoras interrumpe la actividad de aprendizaje de los niños y jóvenes, pero no solamente en las aulas, sino también en sus hogares”, dice la Unesco.
Ese es el problema, porque se consideraba una ventaja la computadora en la escuela, pero ya a nivel mundial el 13% de los países ha legislado para prohibir su uso en las aulas, tal el caso de Bangladesh, Tayikistán, Uzbekistán, Francia, Italia y Países Bajos, mientras España, Reino Unido y Alemania dejan la decisión a las instituciones educativas. Suecia quitó las pantallas y volvió a los libros.
Estamos ante un estudio nuevecito, que sugerimos revisar con detenimiento, y recomendamos incorporar la ausencia de una variable: la vigilancia de los progenitores, porque si bien necesitamos la tecnología para el aprendizaje, también se requiere que los padres dediquen un poco de su tiempo.
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